‘The Post’: Heroísmo femenino


‘The Post’: Heroísmo femenino

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Hay tres historias en The Post: una, del pasado, con la publicación de los Papeles de Pentágono; otra, que alude al presente advirtiendo sobre la importancia de la libertad de prensa; y la


tercera, quizás menos vistosa, pero que discursivamente es la que enaltece Spielberg: la de Katherine Graham, legendaria dueña y editora del diario The Washington Post. Mientras la acción


tiene lugar en escenarios dominados por hombres (campos de batalla, moteles de quinta, calles peligrosas), es en el entorno doméstico y femenino (acogedoras salas, íntimas recámaras y


comedores a media luz) donde se gesta la verdadera heroicidad en The Post.


La película gira en torno a una serie de artículos que el New York Times publicó en junio de 1971 revelando la existencia de un documento secreto del Pentágono que, entre otras cosas, decía:


"Desde Truman hasta Johnson, Estados Unidos ha mentido sistemáticamente no solo a sus ciudadanos, sino al Congreso acerca de las posibilidades reales de ganar la guerra en Vietnam”. Daniel


Ellsberg (Ryhs), el “soplón”, había trabajado directamente con el ex secretario de Defensa, Robert McNamara (Greenwood), y se arriesgó a filtrar la información porque se dio cuenta de que


miles de jóvenes seguían muriendo por una causa perdida. El presidente Richard Nixon mantenía la misma línea que sus predecesores e insistía en que había que seguir. Furioso por la


filtración del Times, Nixon prohíbe al periódico que publique nada más sobre el asunto y amenaza con cerrarlo arguyendo que estarían poniendo en riesgo a miles de soldados que seguían


combatiendo en Vietnam. Lo mismo se advirtió al resto de los diarios del país.


Todo esto ocurre en un momento en el que el editor Ben Bradley (Hanks), estaba tratando de elevar el nivel del Post para que pasara de un simple diario local, a uno de relevancia nacional.


Bradley llevaba tiempo tratando de descubrir quién era la fuente secreta del Times para también poder abrevar del vasto documento. La amenaza de Nixon hubiera hecho desistir a cualquiera,


pero no a Bradley, un intrépido periodista, líder carismático, audaz, inteligente y con una gran fibra moral; nadie mejor que Hanks para interpretarlo. Convencido de que la mordaza que le


pusieron al Times era la oportunidad perfecta para que el Post tomara la estafeta, Bradley decide desafiar las órdenes de Nixon y planea publicar más detalles de los Papeles. Para lograrlo


enlista a sus mejores reporteros para que intensifiquen la búsqueda del “soplón”.


Por su parte, Katherine Graham (Streep), la dueña del Post, ignora los planes de Bradley. La cincuentona tímida, insegura y chapada a la antigua siempre se ha replegado a la voluntad del


editor y de los administradores del periódico: está acostumbrada a que los hombres manden. Su propio padre (quien adquirió el Post en 1933), prefirió dejar a su marido, Phil Graham, las


riendas del periódico. Cuando Phil muere en 1963, Katherine delega la dirección a otros. Desde entonces es solo una figura simbólica. En una escena, Katherine visita la sala de redacción —un


hervidero de actividad con hombres en mangas de camisa, fumando y discutiendo— y pasa inadvertida. Nadie la voltea a ver. Bradley no le informa de su plan porque sospecha que Katherine se


negará a violar la ley. Ella se mantiene ocupada como anfitriona de los políticos y las personalidades más poderosas de Washington. La capital de Estados Unidos era en los años 70, una


ciudad de actitudes muy provincianas: todos se conocían y convivían en ocasiones sociales. Cuando Bradley al fin le pide que haga lo correcto y apruebe la publicación de los papeles,


Katherine duda principalmente por su amistad con McNamara, quien sería el principal perjudicado.


Spielberg dedica la primera parte de la película al lucimiento de los valientes reporteros que persiguen la información, cual Indianas Jones, y deja en el trasfondo a las mujeres. A Tony


(Paulson), la esposa de Bradley, por ejemplo, solo la vemos tomando una siesta mientras su marido “arregla el mundo” por teléfono. Después, Spielberg las saca como a un as bajo la manga.


Cuando Bradley se vanagloria con Tony de su audacia, ella, a quien no habíamos escuchado hablar, le contesta: “¿Tú qué tienes que perder? Para ti es solo un trabajo. Si cierran el periódico,


consigues otro. Katherine no tiene nada más. Es ella la que está arriesgando todo.” Así, de un plumazo, descubrimos (junto con Hanks) quién es en realidad más valiente. La “transformación”


de Katherine es más bien una revelación. No tendría seguridad en sí misma, ni oficio, ni experiencia, pero siempre tuvo —oculto e ignorado— lo que más se necesitaba en ese momento: coraje y


convicciones, atributos que en el universo de Spielberg generalmente corresponden a los hombres. A pesar de ser, sino un artista, un gran artesano, Spielberg nos debía una gran protagonista.


Katherine Graham es el personaje femenino que lo reivindica de pasadas omisiones. 


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