Kevin Costner sigue en el negocio del cine
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Jim Wright/Trunk Archive Facebook Twitter LinkedIn
Está sonando el teléfono fijo de Kevin Costner.
"Hace un siglo que no lo oía sonar", dice riéndose entre dientes. "Ni siquiera sabía que había uno en esta sala". Costner, de 65 años, se ha atrincherado en una oficina de la casa para
atender la llamada de nuestra entrevista, en busca de un espacio privado alejado lo más que puede de su esposa, Christine Baumgartner, y sus tres hijos:
Cayden, de 13 años; Hayes, de 11 y Grace, de 10, todos los cuales están pasando la cuarentena en su residencia de Santa Barbara. Además del timbre retro del teléfono fantasma, se oyen en el
fondo las risas y el parloteo de una familia animada, acompañados del ladrido insistente de al menos un perro.
Así es durante la COVID-19, donde trabajar desde casa significa con frecuencia trabajar en torno a la vida real. Pero eso no le molesta a este ganador de premios Óscar y Emmy. Como artista
creativo y hombre de familia, Costner prefiere la imprevisibilidad desordenada de la realidad.
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Kevin Costner con suesposa Christine Baumgartner y sus tres hijos en la premier de la película 'The Art of Racing in the Rain' en el Teatro El Capitán, agosto 1, 2019, Los Ángeles, California.
"Oye, lo distintivo de una conversación auténtica es cuán francos podemos ser el uno con el otro", dice sin rodeos, derribando las formalidades. Costner considera que la conversación frívola
es, como mínimo, aburrida.
Le disgustan las palabrerías en su vida y las evita en su profesión. Ahora más que nunca, prefiere ir al fondo del asunto y dice que la sinceridad es la razón por la que "vale la pena hacer
las cosas".
Costner tuvo su comienzo exitoso en la década de los años 80, tras infundir una sorprendente emoción íntima a una serie de roles protagónicos en The Untouchables, Bull Durham y Field of
Dreams. Esa cualidad se siguió reflejando en su película épica Dances With Wolves, un canto a la integridad que él mismo dirigió y protagonizó, y por la que ganó el premio Óscar en ambas
categorías. Desde entonces, Costner se ha sentido atraído a la autenticidad, logrando inyectar esta marca particular de masculinidad accesible en la cultura popular.
"Tengo la tendencia a caer en situaciones complejas", dice, refiriéndose a sus decisiones creativas. Esa aceptación de la espontaneidad y el matiz —y, lo más importante, su fe en la
inteligencia y curiosidad del público— es la razón por la que su trabajo, en su mejor forma, trasciende todo cliché, incluso en géneros artísticos repletos de ellos como las películas del
Oeste y las películas que relatan hazañas deportivas. Sus largometrajes perduran en la conciencia del público; sus actuaciones simples punzan como una espina que pasa inadvertida hasta que
te perfora la piel y se aloja allí.
Por haberse criado en una clase trabajadora en los límites de Los Ángeles, Costner entendió la diferencia entre la falsedad y la verdad, entre la pretensión y el carácter moral. Nunca lo
olvidó. Su ingreso al mundo de la actuación estuvo guiado no por el deseo de conseguir la fama, sino por la esperanza de entablar una conexión. A principios de su carrera, Costner dijo más
"no" que "sí" y se opuso a diálogos que sonaban falsos a sus oídos, una actitud valiente que hubiera hundido a actores menos talentosos. No era lo que le preocupaba. Triunfaría a su manera o
no lo haría. La responsabilidad personal es el principio fundamental de Costner, y es la razón por la que ha interpretado a tantos hombres decentes.