Cuando los cuidadores ya no sienten amor
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In English | “Ya no amo a mi esposo como antes”, dijo con tristeza Eleanor, de 55 años, una antigua clienta mía. Pude entender sus sentimientos. Después de que a su esposo le extirparon un
tumor cerebral grande el año anterior, el proceso de pensamiento de él se hizo más lento y su personalidad se volvió pasiva. El hombre chistoso e irónico con quien ella se había casado hacía
tres años en su mayoría estaba ausente. ¿Debía quedarse casada incluso si su matrimonio había cambiado radicalmente y ella sentía que cuidarlo era una carga? Quiso lograr que de cierta
manera las cosas funcionaran. “Soy una persona de principios y respeto mis promesas”, dijo. “Estoy intentando aprender a amarlo de manera diferente”.
Con un índice nacional de divorcio que todavía está alrededor del 40% (aunque por años ha ido disminuyendo poco a poco), es suficientemente difícil para las relaciones serias sobrevivir a
largo plazo. Sin embargo, la tasa de divorcio entre las parejas cuando uno de los cónyuges tiene una enfermedad crónica grave que es de hasta un 75%. Se dice que los cuidadores conyugales
son más propensos a padecer depresión que los hijos adultos que cuidan a un ser querido. Estos cónyuges no solamente pierden la intimidad física que tenían con su ser querido enfermo, sino
también la amistad profunda si su pareja ya no es capaz, emocional o cognitivamente, de ser su persona de confianza. Con frecuencia lamentan la pérdida de su dicha anterior como pareja,
además de los sueños que tenían de ser felices en el futuro.
Si los cuidadores conyugales como Eleanor deciden quedarse en la relación, a menudo los atormenta el resentimiento porque están dando mucho más de lo que reciben. Si deciden marcharse,
muchas veces se sienten culpables por abandonar a quienes se supone que deben amar. Si bien no existen respuestas fáciles a estos dilemas, hay estrategias para reducir los efectos
perjudiciales de las enfermedades y colocar la relación en un terreno nuevo y más sólido a partir de ese momento.
Vuelve a equilibrar la relación. Las relaciones sanas por lo general son equilibradas; existe una reciprocidad casi igual entre los miembros de la pareja. Pero las relaciones de prestación
de cuidados, según John Rolland, psiquiatra de Northwestern University, son necesariamente “desiguales” o desequilibradas, porque el cónyuge sano tiene que realizar la mayoría del trabajo.
Si estas relaciones se vuelven demasiado disparejas, entonces los cuidadores corren un mayor riesgo de desencantarse y desenamorarse. Hasta donde sea posible, los cónyuges enfermos y sanos
deberían intentar reducir estos desequilibrios y mantener un intercambio mutuo. Los cónyuges enfermos deben seguir intentando hacer lo que puedan realizar tareas domésticas sencillas,
escuchar atentamente, dar las gracias— por los cónyuges sanos. Quienes están sanos deben evitar acaparar la gloria al asumir todas las responsabilidades y quitarles la autonomía a los
enfermos.
Encuentra otra manera de querer. Según escribió la psicóloga Polly Young-Eisendrath en su libro The Present Heart (el corazón presente), los cuidadores conyugales como Eleanor deben decidir
si pueden aceptar otro tipo de amor —apreciar a su pareja, en vez de la pasión desenfrenada sobre la cual se basó la relación originalmente—. Estos cambios a menudo suceden por naturaleza a
medida que las parejas envejecen, pero pueden apresurarse mucho debido a la prestación de cuidados. Eleanor y otros cuidadores podrían reconocer por sí mismos que se quedan en la relación
porque (para nombrar varios ejemplos) comparten una historia en común con su pareja, todavía le tienen un cariño genuino o sienten una obligación moral de estar ahí. Es un tipo de conexión
distinto, que tal vez no sea igual de gratificante, pero puede dar satisfacción.
Busca afuera el apoyo que no puedes recibir adentro. La mayoría de los matrimonios no satisfacen todas las necesidades de ambos cónyuges. Por eso es que es tan importante mantener el
contacto habitual con amigos con quienes tienes intereses en común. En casos en los que el cónyuge enfermo no puede hacer mucho para satisfacer las necesidades emocionales o intelectuales
del cónyuge sano, los buenos amigos se vuelven todavía más indispensables para brindar la atención y la camaradería que tal vez ya no sean posibles dentro del matrimonio.
Piensa en separar la prestación de cuidados del matrimonio. Con el pasar de los años, he conocido a varios excónyuges que mantuvieron su compromiso de cuidar de su compañero enfermo a pesar
de que ya no querían estar casados con él o ella. Vivían separados o juntos y se tenían cariño, aunque no se amaban. Esto permitía que los cuidadores cumplieran con obligaciones morales o
emocionales de ayudar, al mismo tiempo que eran libres y podían buscar otras relaciones para su propio beneficio. Estos arreglos no son para todos, pero ponen de relieve un punto importante
para todos los cuidadores conyugales: no necesitas sacrificar tus propias necesidades por completo para honrar la promesa de ser un cuidador confiable.
Somos una asociación no partidista, sin fines de lucro, que ayuda a las personas mayores de 50 años a mejorar la calidad de sus vidas.
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