¡Brindemos por el colesterol!
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Era la tercera vez que visitaba al doctor en seis meses. Mi colesterol seguía alto y el doctor no entendía por qué.
Con los resultados en la mano, me miró de forma sospechosa. “A ver…usted está comiendo más sano, ha perdido 5 kilos (11 libras), pero su colesterol solo ha bajado seis puntos. Dígame, ¿está
tomando vino tinto?”.
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Asombrada con su pregunta, le indiqué que no me acordaba cuando había sido la última vez que había disfrutado de una copa de vino. “Beba una copa de vino todos los días y vuelva en seis
meses”, dijo.
¿En serio, esta era la recomendación de mi doctor?
Debo confesar que me tomó por sorpresa, pero como me encontraba en Italia, pensé que era solo algo cultural.
Hace unos años cuando vivía en Estados Unidos, mi doctor había recetado medicamentos para bajar el colesterol, pero no me hicieron bien y los dejé de tomar casi de inmediato. Había sufrido
de colesterol alto toda la vida y algunos especialistas me dijeron que era hereditario. Ya había perdido la esperanza de que algún día mis niveles de colesterol se normalizaran.
Dejé la oficina del médico y pasé por un pequeño negocio a comprar vino tinto. Esa noche acompañé mi cena —de pasta y verduras— con una copa de vino.
‘‘¿Estamos celebrando alguna ocasión especial?”, preguntó mi esposo cuando vio el vino servido. “No amor, estamos bebiendo por nuestra salud”. Entonces le conté lo sucedido y mi experiencia
con doctores en Estados Unidos.
“Nada se pierde con probar”, le dije. “¡Salud!”
Pasados los seis meses volví al doctor. Esta vez estaba nerviosa; había tomado vino —al menos cinco veces a la semana— y no sabía si haría la diferencia.
“Imagino que ha estado disfrutando del vino, tal y como le indiqué”, me dijo.