La hermandad de Sevilla ya camina hacia el Rocío, 75 años después de aquella primera vez


La hermandad de Sevilla ya camina hacia el Rocío, 75 años después de aquella primera vez

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La hermandad de Sevilla ya camina hacia el Rocío, 75 años después de aquella primera vezComo en aquel mayo de 1951, la misa de romeros se celebró en la plaza del Salvador, desde donde


portaron el Simpecado a mano para entronizarlo en su carreta a las puertas del Ayuntamiento Salidas de las hermandades del Rocío de Sevilla 2025, en directo: cortes de tráfico y última hora


de Triana, El Cerro, Macarena y El SalvadorGuía del Rocío 2025: estos son los cultos y las fechas clave de la romeríaLa carreta de la hermandad del Rocío de Sevilla a los pies de la Giralda


JUAN FLORES/ Vídeo: Inma Guisado Mario Daza


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Iniciar sesión04/06/2025Actualizado a las 13:17h.Compartir Copiar enlace


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Suscribete Dicen los rocieros que no hay ningún camino que se parezca al anterior. Eso de que «cada Rocío es diferente» es una lema que llevan grabado a fuego en el alma aquellos que por


unos días deciden parar su rutina para embarcarse en un peregrinar que encuentra se meta el lunes de Pentecostés junto a la Virgen. Porque después de un año, el peregrino no es el mismo: hay


cosas y personas que quedan atrás, alegrías y penas que compartidas son distintas, y cuentas pendientes que resolver en la soledad de una madrugada en vela. De esas pueden contar mil y una


historias los romeros de la hermandad de Sevilla, que a primera hora de este miércoles iniciaban un camino al Rocío que rememoraba los 75 años de aquella primera vez en que salieron desde el


Salvador hacia la aldea almonteña. Las bodas de platino de una historia de fe por la que no parecía haber pasado el tiempo.


Desde aquel 10 de mayo de 1951 han cambiado muchas cosas, aunque los ritos siguen siendo los mismos. La cita era donde siempre, en una iglesia del Salvador que con las primeras luces del día


comenzaba a recibir a los peregrinos de su hermandad. Amaneció fresco, y eso obligó a acudir bien abrigados al encuentro con el Simpecado. La misa de romeros fue, una vez más, esa primera


oportunidad que ofrecía la Virgen para citarse con los de siempre en el mismo lugar de siempre. En esta ocasión, y en memoria de aquella primera vez, la junta de gobierno había optado por


celebrarla en la misma plaza del Salvador. En la puerta del templo se había situado un altar efímero presidido por la imagen de la Virgen, escoltada a su derecha por el Simpecado y a su


izquierda por el estandarte y una bandera de España. En mitad de la plaza, decenas de romeros se arremolinaban para participar de la misa, en una estampa que recordaba a la de cualquier pará


del camimo.


La eucaristía estuvo presidida por el delegado de Pastoral y Personal de la Catedral de Sevilla, el padre Adrián Ríos Bailón, estrechamente vinculado a la hermandad de Sevilla. A su lado, se


estrenaba por primera vez el rector de la iglesia del Salvador, el padre Pedro Juan Álvarez Barrera, que, medalla al cuello, acompañó a los peregrinos en su salida de la ciudad. Cada


detalle de la misa estuvo cuidado al máximo, desde los cantos que interpretaba el magnífico coro del Salvador hasta las palabras que pronunció Ríos durante la homilía. «Nos ponemos hoy en


camino con la misma ilusión que hace 75 años», dijo al comienzo de sus palabras. Recordó algunas de las claves de este aniversario y apeló a «los lazos de hermandad y familia» que se han ido


«tejiendo» en estos años. Entonces, en 1951, «la Virgen nos hizo el regalo de poder peregrinar hacia la Aldea, pero este año el Señor nos hace el regalo de que la Virgen visite nuestra casa


hermandad», recordó el predicador.


La salida del Simpecado La misa había comenzado a las 7.30 de la mañana, media hora antes de lo previsto por indicación del Cecop, que pidió a la hermandad que llegara a Blas Infante en


torno a las 11 horas. Según avanzaba la mañana, la plaza del Salvador se iba llenando de fieles, también de algunos curiosos a los que llamaba la atención lo que allí estaba ocurriendo.


Sobre las 8.15 horas, los peregrinos entonaban la Salve, ese «Sálvame, Rocío, sálvame» que llenaba de lágrimas los ojos de los romeros. «Que tengáis buen camino», repetían casi a modo de


letanía quienes tenían que quedarse en Sevilla a pesar de que su corazón les pedía lo contrario. La hermana mayor, May Rodríguez, también se estrenaba en esta romería. Tras la Salve, fue la


encargada de lanzar esos primeros vivas que dieron la venia al camino. Hasta tres veces repitió el «Viva Sevilla», a cada cual de ellos más emocionante. Se acordó especialmente de la


hermandad de Antequera, que compartía peregrinar con ellos y que estuvo arropada por el alcalde de la localidad malagueña.


El Simpecado empezaba así a recorrer los primeros metros de su transitar por el corazón de la ciudad, casi navegando entre la marea de devotos que se agolpaban a su paso. Lo hizo, a


diferencia de otros años, a manos de sus hermanos, que se iban relevando frecuentemente, y no entronizado en la carreta de plata, que esperaba en la puerta del Ayuntamiento como otro de los


guiños más de este 75 aniversario. El cortejo iba despertando poco a poco a la ciudad, encontrándose en su camino con muchos sevillanos que iban a sus puestos de trabajo y que no dudaban en


detenerse unos segundos para rezar ante la Virgen. Todos los ojos iban hacia el Simpecado, también los de uno de los operarios que estaba trabajando en el montaje de una de las portadas del


Corpus y que no dudó en lanzar un «Viva la Virgen del Rocío» desde lo más alto de la estructura. Pura sevillanía.


En la puerta de la Casa Consistorial esperaba la Corporación Municipal con el alcalde José Luis Sanz al frente, que había participado anteriormente en la misa de romeros. También pudo verse


al jefe de la Fuerza Terrestre en Sevilla, el general Carlos Melero Claudio, hermano mayor honorario de esta hermandad. La llegada al Ayuntamiento multiplicó el número de fieles que


acompañaban a la carreta. Allí, el Simpecado fue entronizado en medio de un silencio atronador que rompió el coro cantando otro de sus himnos, ese «Rocío, Rocío, Rocío; Señora, Señora,


Señora» que precedió a los vivas que protagonizó de nuevo la hermana mayor, con un recuerdo especial en esta ocasión a la ciudad de Sevilla. Fue una parada fugaz, por eso del yugo del tiempo


que obligaba a la hermandad a abandonar cuanto antes el Centro para no interferir en la normalidad del día a día.


La despedida de la ciudad Ya en San Francisco, se incorporaron más de dos decenas de caballistas que iban abriendo el cortejo y que daban un empaque único y señorial a esta hermandad filial.


El día iba remontando y el sol impregnó por primera vez al Simpecado poco antes de entrar en la calle Hernando Colón. La hilera de turistas apostados en las aceras era interminable, una


auténtica Torre de Babel que no dejaba de inmortalizar en sus cámaras de foto cada detalle del colorido de los peregrinos. También el de la carreta, que este año iba exornada con una


variedad de rosas en diferentes tonos rojos, naranjas, rosas y amarillo, salpicadas por otras flores silvestres. Todo sucedía con mucha inmediatez, aunque sin restar un ápice de elegancia al


discurrir de una hermandad que, entre otras cosas, puede presumir de tener uno de los recorridos más hermosos por la ciudad.


Ese mismo itinerario que llevó la carreta del Simpecado hasta los pies de la Giralda, cuyo cuerpo de campanas repicaba en honor a la presencia de la Virgen. Allí, como marca la tradición, la


hermandad hizo una parada para ofrendar un ramo de flores a la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, a cuyas plantas dejaron también sus peticiones para este camino. Justo al salir de la


Catedral, en la Plaza Virgen de los Reyes, se incorporaron el resto de las carretas, ofreciendo ya la estampa clásica de este cortejo al que era una delicia observar junto al lienzo de las


murallas del Alcázar. Apenas habían pasado un par de horas desde que comenzó la misa de romeros, pero los peregrinos de la hermandad del Salvador ya iban con el corazón lleno para romper las


distancias que les separan del encuentro con la Virgen. Así ocurrió, como no ha dejado de hacerlo en los últimos 75 años, ninguno de ellos iguales. O sí, porque en todos ellos la Virgen


siempre fue la meta.


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