Juan J. Borrero: El camino del Rocío


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No ni ná


El camino del Rocío En estas comitivas somos lo que fuimos: hombres de luz, campo y camino. No hay nada más andaluz que este romeraje de primavera tardía Juan J. Borrero


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Iniciar sesión02/06/2025 a las 22:35h.Compartir Copiar enlace


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Suscribete Quiero ir mañana a despedir a las carretas con los ojos de Juan Ramón, con los que vio llegar las de Moguer junto a Platero, para intuir en el ánimo de las muchachas el malva y el


rosa de las tardes del camino. Para aprender ... del paso corto de los bueyes cómo avanzar por la vida, con su carga y su horizonte. Para dejar a los pies de la Virgen pequeña del


terciopelo una oración que recorra sobre ruedas de madera la distancia entre la esperanza y la certeza, custodiada por «el campaneo y el duro herir de los cascos herrados en las piedras...»


Mañana se irán las hermandades de Sevilla por la cuesta que caracolea hasta los llanos del Aljarafe, buscando la senda de los olivares y los girasoles que lleva a los campos de la uva


zalema, llenando de humanidad ese espacio olvidado que alimenta al mundo y que habitan los pájaros y el viento. Se irán domando al sol del mediodía con las varas de los peregrinos y los


sombreros, hasta meterlo en el cristal y hacerlo claudicar entre las lomas. Van los romeros anhelando la dureza de la arena que guarda la marisma y las salves bajo las bungavillas de las


haciendas, los brindis de los sesteos, el café de pucherete y la manguara, los cantes de las candelas de la memoria. Todo su andar lleva al silencio imponente de la madrugada, cuando las


plegarias más íntimas se agarran al palo mayor de la viga de la carreta, tiemblan las velas con el relente y las estrellas dibujan el destino al faro blanco del santuario.


En Huelva cuelgan inquietas las chaquetillas blancas esperando el jueves cuando agarren las flores de papel sobre los carros tradicionales para desagraviar a las amapolas y los lirios que se


agostan en los pinares de la Charca. En las cuadras, los mulos están dispuestos para ser el tiralíneas de la devoción por el borde de la Rocina. Las del Condado llegarán al son del romerito


de sus gaitas y en Cádiz las comitivas pedirán sitio en la barcaza que salva el río grande hasta la frontera prometida de sal y dunas que guarda el territorio del lince y la mostrenca, del


enebro, el arrayán y el bayunco.


Mañana sale Almonte, con la verdad apoyada en el estribo de su orgullo. La Matriz y maestra abrirá la puerta de la romería, que es la expresión sublime de una fe de pueblo universal. Porque


en estas comitivas somos lo que fuimos: hombres de luz, campo y camino. No hay nada más andaluz que este romeraje de primavera tardía que secuestra el tiempo y lo detiene para que no


olvidemos, entre las prisas, lo fundamental. Porque en el difícil camino de los arenales de la vida hay que avanzar con júbilo, desde la fraternidad, compartiendo y disfrutando, amando la


tierra de la que venimos, alabando la obra de Dios... para volver a la Madre. A lo trascendente desde la alegría. Hasta caer rendidos a sus plantas con la blanda humildad de Platero.


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