Una infancia sin otros nenes: una generación criada en cuarentena
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Alice McGraw, de 2 años, caminaba con sus padres en Lake Tahoe este verano boreal cuando apareció otra familia, que se acercaba hacia ellos. La chiquita se detuvo. “No, no”, dijo. “Gente”.
Su madre dijo que LA NENA APRENDIÓ A MANTENER LA DISTANCIA SOCIAL adecuada para evitar el riesgo de contagio de coronavirus. En este aspecto y otros, Alice es parte de una generación que
vive en un particular nuevo tipo de BURBUJA, UNA DONDE NO HAY OTROS CHICOS. Para ella y muchos de sus pares ya no hay visitas a otras casas para jugar, clases de música, fiestas de
cumpleaños, el feliz encuentro casual en el arenero o hamacarse al lado de otro chico. MUCHAS FAMILIAS NO ANOTARON A SUS HIJOS EN LAS GUARDERÍAS y otras los retiraron ante el nuevo aumento
de casos de coronavirus. UNA NIÑEZ SIN OTROS NENES Al acercarse meses de aislamiento invernal (en Estados Unidos), a los padres les preocupan los EFECTOS QUE PUEDA TENER LA ACTUAL CARENCIA
SOCIAL EN EL DESARROLLO DE SUS HIJOS PEQUEÑOS. “La gente está tratando de sopesar los pro y los contra de QUÉ ES PEOR: PONER A SUS HIJOS EN PELIGRO DE CONTRAER COVID O EN PELIGRO DE GRAVES
PROBLEMAS SOCIALES”, dijo Suzanne Gendelman, cuya hija, Mila, de 14 meses, habitualmente jugaba con Alice McGraw en la alfombra antes de la pandemia. “Mi hija vio más jirafas en el zoológico
que otros chicos”, dijo Gendelman. ES DEMASIADO PRONTO para que se publiquen investigaciones sobre los efectos del confinamiento por la pandemia en los chicos muy pequeños, pero los
especialistas en desarrollo infantil sostienen que la mayoría de los niños probablemente estén bien porque a esa edad la relación más importante que tienen es con los padres. Sin embargo, un
número creciente de estudios destacan el VALOR DE LA INTERACCIÓN SOCIAL PARA EL DESARROLLO DEL CEREBRO. Las investigaciones muestran que las redes neurológicas que influyen en el desarrollo
del cerebro y la capacidad cognitiva en general se construyen mediante el intercambio verbal y físico, desde compartir una pelota a intercambiar sonidos y frases simples. Estas
interacciones crean “estructura y conectividad en el cerebro”, dijo Kathryn Hirsh-Pasek, directora del Laboratorio de Lenguaje Infantil de la Universidad de Temple y miembro sénior de la
Brookings Institution. “Parecen ser alimento para el cerebro”. En los bebés y los niños de 1 a 3 años, estas interacciones fundamentales se conocen como “servir y devolver” y se basan en
intercambios fluidos de sonidos guturales o palabras simples. EL PELIGRO DE LA “TECNOFERENCIA” Hirsh-Pasek y otros afirman que la TECNOLOGÍA constituye tanto una OPORTUNIDAD como un RIESGO
DURANTE LA PANDEMIA. Por un lado, permite a los niños participar en juegos virtuales con sus abuelos, amigos de la familia u otros chicos a través de Zoom o FaceTime. Pero también puede
distraer a los padres, que revisan constantemente sus teléfonos hasta el punto que el aparato interrumpe la inmediatez y la eficacia de la conversación –concepto que se conoce como
“tecnoferencia”-. John Hagen, profesor emérito de psicología de la Universidad de Michigan, dijo que le preocuparía más el efecto del confinamiento en los niños pequeños, “si esto continuara
años y no meses”. “Pienso que no nos enfrentamos a cosas que causen dificultades permanentes o de largo plazo”, señaló. HURACÁN SOCIAL Hirsh-Pasek caracterizó EL ENTORNO ACTUAL COMO UNA
ESPECIE DE “HURACÁN SOCIAL” con dos grandes riesgos: los bebés y los chicos de 1 a 3 años no tienen oportunidad de interactuar y, al mismo tiempo, reciben de sus padres señales de que las
demás personas podrían ser un peligro. “Se supone que no deben impedirnos ver a los otros chicos que caminan por la calle”, dijo. Eso es lo que le pasó a Casher O’Connor, de 14 meses, cuya
familia hace poco se mudó de San Francisco a Portland, Oregón. Varios meses antes de la mudanza, el chiquito había salido a dar un paseo con su madre cuando vio a otro chico cerca de él.
“Casher caminó hacia el niño de 2 años y la madre detuvo a Cash con firmeza con el brazo extendido PARA QUE NO SE ACERCARA”, dijo Elliott O’Connor, la madre de Casher. “Lo entiendo pero
igual fue desgarrador”. Portland es un lugar levemente menos prohibitivo para la interacción infantil en parte porque hay más espacio que en los barrios densamente poblados de San Francisco,
y por eso los chicos pueden acercarse sin que los padres piensen que corren el riesgo de contagiarse unos a otros. “ES IMPRESIONANTE VER CÓMO SE QUEDA MIRANDO FIJAMENTE A OTRO CHICO”, dijo
O’Connor. “VER A TU HIJO JUGAR EN LA PLAZA SOLO ES TRISTE”, agregó. “¿Qué les va a hacer esto a nuestros chicos?” BURBUJAS SOCIALES La aparición de pequeñas cápsulas barriales o de dos o
tres familias que se unen en burbujas compartidas ha ayudado a alejar algunos de los temores de los padres. Pero la imposición de nuevas normas más estrictas en algunos estados como
California ha desbaratado esos esfuerzos, porque las plazas se cerraron con el último aumento del COVID-19 y se ha desaconsejado a los hogares tener contacto social fuera de la familia.
Además, las CÁPSULAS sólo funcionaban cuando todos acordaban respetar las mismas reglas, y por eso algunas familias optaron por no juntarse con otras. Es el caso de Erinn y Craig Sheppard,
padres de un bebé de 15 meses, Rhys, que viven en Santa Monica, California. Son particularmente precavidos porque viven cerca de la abuela de su hijo, que tiene más de 80 años. Sheppard dijo
que Rhys no ha jugado con ningún chico desde que empezó la pandemia. “Vamos al parque, LIMPIAMOS LA HAMACA CON LAVANDINA, él se sube y la pasa muy bien. Le encanta estar afuera y señala a
los otros chicos y sus padres como lo hacen los de su edad”, dijo la mamá. Pero no interactúan. Una noche, llevaban a Rhys a la cama cuando empezó a saludar con la mano. Sheppard se dio
cuenta que estaba mirando un calendario que había en la pared en el que aparecían bebés. Ahora eso ocurre regularmente. “SALUDA A LOS BEBÉS DEL CALENDARIO”, dijo Sheppard. LA GRAN DEPRESIÓN,
UN ANTECEDENTE Los expertos en desarrollo infantil dijeron que sería útil empezar a investigar a esta generación de niños para saber más sobre los efectos del aislamiento relativo. Hay UN
ANTECEDENTE LEJANO: la investigación publicada en 1974 sobre los niños que atravesaron otro momento que conmocionó al mundo, LA GRAN DEPRESIÓN. El estudio da motivos PARA TENER ESPERANZAS.
“En una medida inesperada, el estudio de los chicos de la Gran Depresión siguió una trayectoria de resiliencia hasta la mediana edad”, escribió Glen Elder, autor de la investigación. Brenda
Volling, profesora de psicología de la Universidad de Michigan y especialista en desarrollo social y emocional, dijo que una conclusión es que los chicos de la era de la Depresión a los que
les fue mejor provenían de familias que superaron las consecuencias económicas CON MEJOR DISPOSICIÓN y, en consecuencia, eran menos hostiles y estaban menos enojadas y deprimidas.
INTERACCIÓN CON LOS PAPÁS Y MAMÁS Por eso, lo que más necesitan ahora los bebés, los chiquitos de 1 a 3 años y los demás niños que se crían en la era del COVID es una INTERACCIÓN ESTABLE,
PROTECTORA Y AFECTUOSA CON SUS PADRES, dijo Volling. “ESTOS CHICOS NO CARECEN DE INTERACCIÓN SOCIAL”, señaló, destacando que están recibiendo la “interacción más importante” de sus padres.
Las complicaciones podrían surgir si el aislamiento que sienten los padres los lleva a estar menos conectados con sus hijos. “Están tratando de manejar el trabajo y la familia en el mismo
entorno”, dijo Volling. Los problemas se multiplican, añadió, cuando los padres se vuelven “hostiles o se deprimen y no pueden responder a sus hijos, y se irritan y estallan”. “Eso siempre
es peor que perder una tarde de juego con otros chicos”. _Por Matt Richtel, para The New York Times. Traducción: Elisa Carnelli_ VÍNCULOS “INTERRUMPIDOS” Conocé las claves para manejar la
poca vida social de los chicos. Cómo contener y acompañar a nuestros hijos, según su edad. Seguí leyendo. ¿Cuánta pantalla permitimos? ¿Cómo manejar la escasa vida social de los chicos? Más
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