El autor, ¿una especie en trace de desaparición? | ideal


El autor, ¿una especie en trace de desaparición? | ideal

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En un gesto tan irónico como revelador, el filósofo Jianwei Xun, autor de una obra que deslumbró a medios e intelectuales por su lúcida crítica ... a la manipulación digital, resultó ser una


invención: un espectro nacido de la colaboración entre un ensayista y dos plataformas de inteligencia artificial. Este episodio, que bien podría figurar en el gabinete de curiosidades


posmodernas, no solo expone los frágiles cimientos de la autoría contemporánea, sino que plantea una inquietante metamorfosis en el vínculo entre texto, lector y tecnología. En un ecosistema


literario cada vez más rizomático y algorítmico, ¿qué sentido tiene aún hablar de «autor»? ¿Y cómo debe el lector renegociar su pacto de confianza ante el nuevo rostro múltiple y


descentralizado de la escritura? El 14 de febrero de 2025, la ciudad francesa de Cannes fue escenario de una mesa redonda cuyo título evocaba ecos kafkianos: The metamorphosis of democracy –


how artificial intelligence is disrupting digital governance and redefining our policy (https://goo.su/qq7s). En ella, Gianluca Misuraca, vicepresidente de Technology Diplomacy of Inspiring


Futures, introdujo un concepto tan inquietante como actual: la 'hipnocracia', término con el que se alude a las nuevas formas de manipulación en la era digital. Según afirmó, la


noción había sido desarrollada por un supuesto filósofo hongkonés, Jianwei Xun, en una obra que prometía ser una brújula para entender el poder en tiempos de percepción manipulada. Sin


embargo, la realidad, siempre más compleja que la ficción, y en este caso, más irónica, pronto reveló una pirueta intelectual. Jianwei Xun no existe. Se trata de una figura ficticia, un


autor fantasma nacido de la inventiva del ensayista Andrea Colameci, quien se presenta como traductor del texto pero que, en realidad, es el coautor del mismo junto a dos plataformas de


inteligencia artificial. A primera vista, el episodio podría archivarse en la nutrida antología de las imposturas intelectuales, junto a célebres precedentes como el caso Sokal (1998). Pero


lo que podría haber quedado en mera anécdota de salón se transformó en un escándalo de mayor calado cuando El País publicó el 26 de marzo un artículo donde se analizaban en profundidad los


planteamientos de la obra atribuida al inexistente Xun. Tras revelarse la invención, el medio retiró el contenido, aunque no sin antes haber contribuido a la circulación de una narrativa


falaz. Este incidente plantea una interrogante que interpela de forma directa a la producción cultural contemporánea: si las tesis del libro, redactadas por un autor híbrido, humano-máquina,


son lo suficientemente pertinentes como para generar intensos debates, ¿importa verdaderamente que hayan sido elaboradas en colaboración con sistemas de inteligencia artificial? O más aún:


¿no será acaso esta forma de co-creación un síntoma de una nueva modalidad escritural, de un paradigma emergente que desestabiliza nuestras nociones de autoría, originalidad y legitimidad?


La edición española del libro, publicada por la Editorial Rosameron, incluye una nota explicativa que revela el proceso de creación y la identidad 'mixta' del presunto autor. Por


su parte, la página web del ficticio Jianwei Xun ha sido modificada para incorporar una declaración que oscila entre la poética cibernética y el manifiesto filosófico: «Surgió a finales de


2024 como una entidad filosófica distribuida, nacida de la interacción colaborativa entre la inteligencia humana y los sistemas de inteligencia artificial». A pesar de esta revelación, el


sitio continúa manteniendo los datos de contacto del supuesto autor, ofreciendo entrevistas y apariciones en eventos, así como alojando una publicación en el portal Academia.edu, lo que


sugiere una voluntad persistente de habitar el umbral entre la realidad y la ficción. Este fenómeno no puede comprenderse de forma aislada: forma parte de una transformación más amplia del


ecosistema textual. La irrupción de las tecnologías digitales ha reconfigurado, con intensidad sísmica, las formas de producción, circulación y recepción de la escritura. Ya no se trata


únicamente de una mutación técnica, sino de una metamorfosis epistemológica. Lo digital apela a nuevas formas de inscripción, transmisión y recepción del texto. En este nuevo paisaje, la


escritura ha dejado de ser un acto solitario e introspectivo para devenir una práctica social, reticular, e incluso efímera, sometida a la velocidad de lo viral y al vértigo de la


obsolescencia digital. En el nuevo escenario creado por la comunicación generativa, el autor se disuelve, la autoridad se relativiza y la permanencia deviene en simulacro. La literatura,


como la democracia que invocaban en Cannes, atraviesa también su propia metamorfosis: una en la que los fantasmas autorales, humanos, artificiales o mixtos, escriben desde la frontera


movediza entre lo real y lo ficcional, entre lo humano y lo sintético, desde la 'intemperie'. Desde esta perspectiva, la figura del autor, antaño investido de una sacralidad casi


sacerdotal, sufre una erosión tan profunda como inevitable. La escritura contemporánea, en su deriva digital, ya no se asienta sobre la singularidad del genio solitario, sino que se


despliega como una práctica plural, fluida y asistida tecnológicamente. El autor digital, académico o de ficción, no solo desafía la verticalidad del canon, sino que renuncia, o se ve


obligado a renunciar, al aura legitimadora del creador absoluto. Lo que surge en su lugar es un autor descentrado, técnico y múltiple: un operario de sistemas, un gestor de herramientas, un


performer de su propia presencia mediática. En esta nueva ecología literaria, la autoría ya no garantiza ni originalidad ni legitimidad: lo que otorga valor es la capacidad de inscribirse en


la lógica de la red, de activar comunidades, de generar resonancia. La escritura no se dirige ya a la eternidad del archivo sino a la efervescencia del presente, a ese 'aquí y


ahora' donde lo importante no es la posteridad sino el impacto. El texto, convertido en nodo, reclama ser leído, compartido, intervenido; y el autor, más que un demiurgo, se transforma


en curador, programador, interlocutor activo en un diálogo que lo excede. Esta mutación del autor encuentra su correlato en la metamorfosis paralela del lector. Si la autoría se


descentraliza, la lectura se hiperactiva. Ya no basta con leer: se espera comentar, subrayar, compartir, reinterpretar. La lectura se socializa e implica una desarticulación del lector


clásico, entendido como figura receptiva y silenciosa, y la emergencia de un lector participativo, expandido, incluso coautor. Se trata de una reconfiguración sistémica de la figura del


lector que rompe con la equidistancia profiláctica respecto al texto, para impregnarse de él mediante diversas intervenciones, no solo en los márgenes, sino en el núcleo del mismo,


interpelando al autor y a su discurso.