Siglo xxi: del sueño al horror | ideal
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Terminamos el siglo XX con mucha ilusión y mucha esperanza. El Muro de Berlín cayó entre abrazos y lágrimas, y con él, parecía derrumbarse la ... amenaza perpetua de bloques enfrentados.
Europa, tantas veces campo de batalla de la Historia, se convertía en un proyecto de unión y convivencia. Nacía una moneda común. Se consolidaba un modelo de bienestar social que, con todos
sus defectos, apuntaba a una idea decente de civilización. Incluso las guerras —nos decíamos— empezaban a tener reglas. El derecho internacional humanitario, los tribunales penales, las
Naciones Unidas: todo ello parecía ser el freno definitivo al horror. Y, sin embargo, arrancamos este siglo XXI de la peor manera. Se ha desatado un vendaval de nacionalismo patético y
agresivo, de imperialismo descarado y de líderes grotescos que nos devuelven a las pesadillas del pasado. Basta con mirar a Gaza. Lo que está ocurriendo en este pedazo sitiado del mundo no
puede ser entendido solo como una guerra. Es algo más oscuro y más profundo: una quiebra moral de escala internacional. El comportamiento del Estado de Israel en su ofensiva sobre Gaza ha
cruzado, una y otra vez, las líneas rojas que el derecho internacional se esforzó en dibujar tras dos guerras mundiales. La población civil está atrapada entre escombros y fuego. Los
hospitales, que deberían ser refugio y símbolo último de humanidad, han sido bombardeados, asediados o evacuados a la fuerza. La profesión médica española —y, con ella, la conciencia médica
europea— observa con consternación cómo se vulneran principios que deberían ser sagrados. Se impide la entrada de alimentos, medicamentos, agua y energía. Se bloquean suministros básicos que
pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas heridas, enfermas o desnutridas. La infancia muere de hambre en el año 2025. No se trata de una hipérbole:
se calcula que más de 18.000 niños y preadolescentes han muerto ya bajo los bombardeos o por sus consecuencias. Cada cifra es un nombre que no aprenderemos, una voz que ya no crecerá, un
futuro fumigado antes de empezar. ¿Pero que nos está pasando? Es absolutamente inconcebible el desprecio por las normas que protegen a quienes han hecho un juramento de servicio. Las
ambulancias son tiroteadas. El personal sanitario es atacado. Los hospitales son convertidos en objetivo militar con argumentos que cada vez resultan más endebles, más usados como excusa que
como justificación. Incluso en el supuesto de que alguna instalación hubiera sido utilizada con fines militares, los Convenios de Ginebra son claros: debe emitirse una advertencia previa,
con el tiempo suficiente para corregir la situación, antes de cualquier acción armada. No estamos hablando de errores colaterales inevitables. Diversos testimonios y organizaciones
internacionales —Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras, y la ONU— apuntan a una estrategia sistemática. Y si esto es así, no hablamos ya solo de inmoralidad. Hablamos de crímenes de
guerra. Desde el 21 de noviembre de 2024 pesa una orden internacional de arresto por crímenes contra la humanidad sobre altos dirigentes del Estado de Israel. La acusación es clara:
utilización desproporcionada y deliberada de la violencia contra población civil. Y, sin embargo, no pasa nada. Los responsables viajan, gobiernan, declaran y son recibidos en despachos
oficiales como si esa orden no existiera. El Derecho Internacional, que pretendía ser el muro contra la barbarie, está siendo ignorado con una indiferencia que hiela la sangre. ATAQUES A
HOSPITALES Y AMBULANCIAS Ante esta realidad, la comunidad médica global alza su voz. La Asamblea Médica Mundial, que representa a más de 110 asociaciones nacionales, ha condenado formalmente
los ataques contra instalaciones sanitarias en Gaza. Ha exigido el respeto estricto al derecho internacional humanitario, y ha recordado que los hospitales y el personal sanitario no son
objetivos militares, sino pilares de humanidad que deben ser protegidos incluso —y sobre todo— en medio de la guerra. El Comité Internacional de la Cruz Roja recuerda que el personal médico,
los heridos, los enfermos, los civiles, están protegidos por el derecho internacional humanitario. Que atacar intencionadamente hospitales, ambulancias o médicos es una violación grave que
debe ser juzgada. No importa el rango. No importa la bandera. Hay una justicia por encima de los Estados. La comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado. La profesión
médica española exige un alto el fuego inmediato. Exige el acceso sin ninguna restricción de ayuda humanitaria. Exige que se respeten los Convenios de Ginebra y que se mantenga la
operatividad de los hospitales, los corredores sanitarios, los suministros, las vidas. Y exige, también, que se investigue. Que se sepa la verdad. Que se juzgue a los responsables. Stefan
Zweig, que supo vivir los mejores sueños y los peores derrumbes de Europa, decía: «Solo quien ha conocido el imperio de la violencia puede valorar, con toda el alma, la dicha de la paz.»
Volver a esa paz —a una paz con dignidad, con justicia y con compasión— sigue siendo posible, tiene que ser posible, debe ser posible. Pero hay que defenderla. Ahora.