Bajo el mismo cieno | la verdad
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Un líder político sabe que su primer gesto será interpretado como una declaración de intenciones, y así lo confirma con solemnidad Pedro Sánchez en su ' ... Manual de
supervivencia': «La primera decisión de un presidente del Gobierno suele tenerse por crucial. No solo significa el inicio del ejercicio en el cargo, sino que además lleva consigo la
fuerza simbólica de condensar una visión política y ejemplificarla con una sola acción, que trasladará un nuevo mensaje político». Atentos, que lo importante se esconde en las pequeñas
cosas: «Esa primera decisión fue renovar el colchón de la cama de matrimonio [...]». –aunque después supimos que ese cambio forma parte del protocolo–. La palabra 'aura', del
griego 'aúra' –'soplo de aire', 'brisa fina'–, evocaba en su origen una presencia etérea, una sensación que envolvía o atravesaba, intangible pero perceptible.
Con el tiempo, la palabra fue adquiriendo un halo metafísico o místico, usado para describir la atmósfera que rodea a una persona, objeto o lugar. En cierto sentido, su opuesto sería lo
banal, pero si tiramos del hilo etimológico, también nos lleva al aire viciado, incluso a la pestilencia. Nada que reprochar a quien busca 'cambiar de aires'. Las cosas –como los
seres humanos– se contaminan por cercanía, absorben propiedades del entorno, no necesariamente por contacto directo. En el ámbito artístico es bien conocida la tesis benjaminiana que
redefinió el aura, ligada a su contexto histórico y cultural, como la presencia única de la obra, «la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que esté)», que se pierde con la
reproducción masiva. En 2018, Sean Diddy Combs marcó un hito al adquirir 'Past Times' (1997) de Kerry James Marshall por más de 20 millones de dólares en Sotheby's, que no
solo lo consolidó como magnate del hip-hop, sino como coleccionista de élite, envuelto en una renovada aura de legitimidad social. Hoy, bajo el peso de un juicio por tráfico sexual y abusos,
esa pintura –y toda su colección, que podría ser incautada si es declarado culpable– se ha impregnado de una contaminación inversa que inquieta a no pocos 'art advisors',
especialmente en un mercado donde la 'provenance' es crucial. ¿Quién va a querer en su casa un cuadro que apesta a crimen y decadencia? Por aquí, donde ya nos hemos habituado al
'lawfair', los pseudo-medios, las investigaciones prospectivas o el fango mediático, la verdadera señal de decadencia ha sido constatar el aliento fétido de esa forma de ejercer el
poder que solíamos atribuir, ingenuamente, a otras geografías, si bien, en su momento, Conde-Pumpido ya afirmó que las togas de los fiscales no eludirían el contacto con el polvo del
camino, justificando negociaciones turbias con ETA. Vivimos, pues, los lodos de aquellos polvos y de otros anteriores, solo que ahora el tufo de la putrefacción política se ha vuelto
insoportable. Por saturación –o habituación olfativa– habíamos dejado de percibir ciertos aromas pestilentes. Incluso la cadaverina. Después de cortinas de humo de todo tipo
–'moñecos' para Pedro Herrero; 'salchichas' en decir de Soto Ivars–, se han superado todos los umbrales éticos imaginables. Ya no hay ambientador, desodorante o perfume
que pueda con semejante hedor. Diddy, ante la gravedad de las acusaciones, aún sin sentencia firme, ha sido repudiado –nadie sabía nada–. Su prestigio y su colección, ahora tóxicos, no se
recuperarán. En España, quienes daban por hecho que habíamos tocado fondo han descubierto que, aparte de chapotear, se podía cavar más hondo –la prospectiva era literal–. De la fontanería a
la minería: el 'obrero' de las siglas ha adquirido otro matiz. Gran parte del Gobierno y su aparato, rodeados de gas grisú, parecen no notarlo. ¿Pensábais que 20 millones por un
cuadro de un artista vivo es una locura? Pues a la minera del PSOE no le da envidia el dinero, porque de orgullo le llena ser la mejor barrenera de toda Sierra Morena. Ella te apaña lo de
«los 60 de la foral» sin apenas faena. A ver si llega Desatranques Jaén a hacer algo, porque la oposición no ejerce, se limita a aguardar su turno, sin entender que la explosión amenaza a
toda la nación, no solo al gobierno. Que no se haya denunciado con contundencia a la entibadora –ausente, por cierto, en ese expediente 'fake'– no solo evidencia la extensión de la
contaminación, sino un temor profundo. Sánchez ha perdido el aura. ¿Quién va a querer en su país un presidente que apesta a cloaca y corrupción? Con su colchón enfangado por capilaridad
–aunque él nunca ha tenido problemas de sueño–, estamos a la espera de una última decisión. Pero si el primer gesto inaugura un relato, el último lo sentencia. Y, por coherencia con su
historial, esa última decisión será, sin duda, en beneficio propio. No hay margen para la esperanza: todos están bajo el mismo cieno.