Cervezas calientes | Ideal
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Ni las velinas de Ábalos, ni el turbio compadreo de un dirigente socialista con un narco, ni las antiestéticas andanzas de Begoña en Moncloa, ni ... los crímenes del genocida Netanyahu, ni
la renovación de Lamine, ni la retirada de Modric, ni los náufragos de Barajas, ni siquiera la intrahistoria (infrahistoria) de los votos de Eurovisión pueden emparejarse con el interés
informativo que por estas tierras mantenemos acerca del apagón del 28 de abril. Y no nos anima el morbo, ni el rencor ni aún menos el rigor. Aquí seguimos atrancados con esa historia porque
una ministra nos señaló con el dedo y de chaveas nuestros padres nos dijeron que eso era de mala educación. La ministra nos ha señalado y aunque muchos se han quedado mirando el dedo, a
otros nos puede el ansia de saber dónde se originó el desastre, quién pisó el cable, en qué lugar nació el caos de aquella jornada de transistores, pilas y cervezas calentorras. Más de
quinientos años después, maldita sea, Granada vuelve a ser el punto de partida de algo gordo, muy gordo, gordísimo, y perdón por la gordofilia. Entonces fuimos la cuna de la Hispanidad, el
sitio donde se gestó el descubrimiento del Nuevo Mundo aunque la cosa haya degenerado en Trump. Ahora ya me estoy imaginando al paisano jugando con los cables, moviendo palanquitas en el
cuadro de mandos de una planta fotovoltaica de Ventas de Huelma, o de Guadix, o de Huéneja. Granada maneja el caos. En un paraje todavía desconocido de nuestra provincia se agazapa el aleteo
de una mariposa que puede poner patas arriba a toda la península ibérica, y porque Francia y el resto de Europa se han olido la tostada y han trazado un cortafuegos, que si no… Cuando la
ministra nos apuntó con el dedo, el nacionalismo granadino se exasperó. Pensó que una vez se atacaba al más débil y que esa mención nos colocaba como sospechosos de hacer algo mal, o como
mínimo de no hacerlo bien. Vale. Lo más inteligente en este caso es darle la vuelta a la tortilla (sin que se caiga al suelo) y si el ministerio sigue sin especificar dónde estuvo el fallo,
tratar nosotros de averiguarlo, indagar cuál es el cable del que hay que tirar y blandirlo como una espada. Nada más lejos de mi intención que defender el chantaje como estrategia pero la
tentación es muy fuerte. Ya me imagino al consejo de ministros temblando cada vez que se deba estudiar si hay que aprobar inversiones para Granada o dejarlas olvidadas en un cajón. Fantaseo
con sus caretos y con el del granaíno con el dedo puesto en el interruptor y gritando desaforado qué hay de lo mío. Los caminos de la prosperidad son inescrutables y a lo mejor ha llegado el
momento de que se haga justicia con esta tierra. Aunque se nos calienten a todos las cervezas.