Medio perdón
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Otras dos cosas por las pido perdón (o medio perdón, pues tan sólo a medias me duelen y me duelo) fueron, la primera, el haber participado con demasías en la resurrección y reinvención en
1977 de un leonesismo entre lila y rojillo... y la segunda, haberme sacado de la manga un invento que a la postre floreció —y de qué modo-, el mal llamado «ramo leonés de Navidad», que se lo
robé a una tradición muerta que nadie o casi nadie conocía y que se celebraba antaño en muy pocos pueblos, y tan sólo en sus parroquias, su único ámbito propio porque de ahí jamás salió, ya
que su función no era más que rito votivo y popular, cosa muy mujeril mayormente, adornándose con cintas, puntillas, dulces o frutas, y a su modo, no siempre guapo; es decir, lo hice civil
birládoselo a lo curil, ya me vale. En 1979 nos carpinteó el primero para el salón de casa mi hermano Jesús y elegí para ello, modificándolo algo, uno de los distintos ramos votivos que
recogía en un articulillo Concha Casado publicado en la revista de la Casa de León en Madrid, el ramo triangular de cierto aire hebraico tirando a candelabro. Años después encargué a la
Escuela de Artes y Oficios uno solemne y bien grandote que instalé en la entrada de Pallarés, centro cultural, cosa que entonces proyecté y dirigía inventándomela también. Y entonces la
ciudad descubrió ese aparato. A partir de ahí se fueron apuntando a copiarlo o adoptarlo timidamente algunos. Así lo hizo el Centro de Formación de Profesores con dos buenas amigas que
rescataron el mío del trastero de la Diputación donde había acabado. Y poco a poco fue asomando en algún centro, en ayuntamientos, en escaparates, aquí y allá, hasta llegar a un hoy en el
que nadie se priva de lucirlo como seña identitaria y exclusiva de León, cosa que espanta a toda razón y decencia, cosa de robaperas, cosa de orfandad de mitos o tradiciones que se resucitan
por el rabo aunque hayan quedado fósiles... o directamente inventarlos falseando su partida de nacimiento. Aun así, lo doy por bien renacido. Ahora, y de esta guisa, es algo que sólo se ve
en León. Pero las explicaciones peregrinas que se oyen por ahí deberían ahorrárselas.